ORÍGENES DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL

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La inteligencia artificial (IA) es una rama de la informática que busca crear sistemas capaces de realizar tareas que normalmente requieren inteligencia humana, como reconocer imágenes, entender el lenguaje, tomar decisiones o resolver problemas. Su origen se remonta a la década de 1950, cuando científicos como John McCarthy, Marvin Minsky y Alan Turing sentaron las bases teóricas de lo que más adelante se convertiría en un campo clave de la tecnología moderna. En 1956, durante la conferencia de Dartmouth, se acuñó formalmente el término "inteligencia artificial", marcando el inicio de décadas de investigación y desarrollo.
En sus inicios, la IA se basaba principalmente en reglas lógicas y programación simbólica, es decir, sistemas diseñados con estructuras rígidas que intentaban imitar la forma en que los humanos piensan mediante conjuntos de reglas si-entonces. Sin embargo, estos sistemas eran limitados, ya que requerían que los desarrolladores anticiparan todas las situaciones posibles. Durante las décadas de 1970 y 1980, surgieron los llamados sistemas expertos, que lograron avances importantes en áreas específicas como la medicina, pero todavía carecían de la capacidad de aprender por sí mismos.
El gran cambio llegó con la aparición del aprendizaje automático o machine learning, una técnica que permite que las máquinas aprendan directamente de los datos. En lugar de ser programadas con cada paso, las IA modernas ajustan su comportamiento en función de ejemplos, lo que hace posible tareas mucho más complejas. Esta evolución fue posible gracias al aumento del poder computacional y la disponibilidad masiva de datos digitales. A partir de la década de 2010, el desarrollo del aprendizaje profundo o deep learning, basado en redes neuronales artificiales, revolucionó el campo de la IA. Modelos como AlexNet, en el reconocimiento de imágenes, y posteriormente BERT o GPT, en el procesamiento del lenguaje natural, demostraron que las redes profundas pueden superar ampliamente las capacidades anteriores.
Hoy en día, para crear una IA se sigue un proceso estructurado: primero se define un problema o tarea que la IA debe resolver, luego se recopilan grandes volúmenes de datos relacionados con ese problema. Estos datos se utilizan para entrenar un modelo, el cual aprende a identificar patrones y tomar decisiones. Este entrenamiento se lleva a cabo utilizando algoritmos matemáticos avanzados y requiere una gran cantidad de recursos computacionales, como tarjetas gráficas (GPUs) y plataformas en la nube. Una vez entrenado, el modelo se evalúa y ajusta hasta alcanzar un nivel aceptable de precisión, tras lo cual puede integrarse en aplicaciones del mundo real como asistentes virtuales, sistemas de recomendación, coches autónomos, herramientas de diagnóstico médico, y mucho más.
Las tecnologías utilizadas para desarrollar inteligencia artificial incluyen lenguajes de programación como Python, bibliotecas como TensorFlow y PyTorch, y servicios de computación en la nube como Google Cloud, AWS y Azure. La IA también plantea desafíos importantes, como el sesgo en los datos, la ética en el uso de la tecnología y la necesidad de una regulación adecuada. A pesar de estos retos, el crecimiento y la influencia de la inteligencia artificial continúan expandiéndose, transformando industrias y definiendo el futuro de la innovación tecnológica.
fuentes de consulta
MIT CSAIL (Computer Science and Artificial Intelligence Laboratory)
https://www.csail.mit.edu
Stanford AI Lab (SAIL)
https://ai.stanford.edu
OpenAI (creadores de GPT, DALL·E, etc.)
https://openai.com/research